Tercera Parte de Las Campanadas del Catedral
(se cumple un sueño, el deseo permanece)
El amanecer me encuentra en un ambiente eterno, hielo, roca y niebla, todo parece detenido. Hay que moverse, el clima puede empeorar, me equipé y busqué un acceso a las torres, la roca se veía y tocaba con cuidado, todo era inestable y quebradizo, típico de rocas volcánicas, probé varias posibilidades, no andaba con pies de gato, sólo zapatos de cuero, aunque eran bastante buenos para escalar. Me costó un kilo montarme a la roca hasta que encontré unas buenas regletas y salí hacia un balcón, crucé un empinado nevero mixto con roca suelta, todo sin protección, caminando y escalando con sumo cuidado, seguí subiendo, lamentablemente las nubes lo taparon todo seguía ahora transitando en el filo mismo bordeando la gran muralla, algo se abría y podía ver el piso unos 200 metros más abajo, la caída era para ambos lados.
Cruzaba abismos y seguía subiendo, el viento también aumentaba, no tenía como saber cuál era la cumbre, pues seguía subiendo, hasta que comencé a bajar, me dí cuenta que si seguía bajaba hacia el filo Noreste, asi que volví y me dí cuenta que había pasado el torreón mayor, comencé a escalarlo hasta que se acabó todo, ya no había nada más que subir, estaba en la cumbre del Cerro Catedral, por escasos segundos se abría y se dejaba ver el río Mañihuales, podía ver hacia el valle de Viviana, estaba solo en una cumbre inescalada, no había rastro alguno de presencia humana, instalé un testimonio dedicado a los compañeros andinistas muertos en Lago Leones y disfruté de la esfímera cumbre. La bajada fue con mucho cuidado, un paso en falso y adios, no sé pero debo haber hecho cumbre como a las 11 de la mañana. Descendí todo el camino por el mismo filo por el cual había subido, encontré mis huellas en la nieve y bajé hasta que encontré un tramo más vertical que repelié, por fin llegué a mi cueva, tomé mis cosas y bajé el glaciar en la completa nubosidad, las grietas aparecían como bocas de lobo, sin embargo la supervivencia es más fuerte y logré salir del hielo.
Las nubes trajeron agua y bajé en medio de la lluvia, después de horas llegué a mi campamento a los pies de la laguna, cagado de frío, hambriento, pero feliz por la cumbre, hice fuego y me metí en bolas al saco, mientras el fuego ardía a medias por el agua. no importa el objetivo de la aventura estaba logrado con creces, había hecho una cumbre virgen, en pésimas condiciones, solo y había terminado con un sueño que me atormentaba, lejos de todo el mundo humano, sentía como mi humanidad se perdía entre los bosques. Llovió y llovió dos días más, tenía comida y no me quería mover, además los ríos subieron tanto que estaba aislado. Ocho días eran bastante ya, hay que volver hay familia que te espera. La lluvia no paraba, así que me armé de vigor y salí como pude cruzando arroyos crecidos, barro y agua amarga en la boca por el chorreo en las quilas. Caminé tanto que salí de los dos valles que me costaron dos días entrando en un solo día, por la tarde estaba tomando un bus en el Correntoso para volver a Coyhaique, con olor a selva y el espíritu más alto que nunca, las manos las sentía hinchadas como las manos de un León. El sueño se acabó y tenía la realidad en una cámara fotográfica, pero el deseo seguía intacto y mientras subía a Coyhaique aparecían otros valles andinos que desafiaban mi naturaleza.
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