Las Campanas del Catedral
La primera vez que le ví quedé impactado por su forma y lejanía, sabía que era una incognita el cómo llegar a sus entrañas. No recuerdo bien, pero debe haber sido desde el Divisadero que ví un torreón emergiendo entre las montañas del cordón La Gloria. Más tarde lo ví frente a frente desde el Castillo de Aysén, simplemente impresionante una fortaleza con amplios muros hacia el norte, pero jamás imaginé su ladera Sur que permanecía escondida a mis vista.
Sí se trataba del Cerro Catedral, una cumbre ignota metida en el corazón de la cordillera aysenina, sin ascenso hasta ese entonces y sólo especulaciones sobre su probable ascenso. Sólo sabía que una expedición de la Operación Raleigh había estado trabajando en sus remotos valles, lo otro que sabía era por el trekking a su laguna, la Laguna Catedral que figuraba en SudamericaHandbook.
Con ese mapa y con la información entregada por mi amigo Hipólito Medina poblador y explorador del lugar me adentre cargado de equipo de escalada por el margen sur de río Correntoso, valle transversal situado en el Km 26 del camino que une a Puerto Aysén con Coyhaique y que es parte del Parque Nacional Río Simpson. Sabía que tenía que caminar más de 30 km metiendome primero por el valle del Correntoso hasta su parte superior en dirección Oeste-Este y luego cruzarlo en un puente viejo para meterme hacia el Norte al interior del Valle del Catedral hasta llegar a sus pies en la Laguna Catedral; los detalles los descubriría a base de astucia, perseverancia y ensayo y error.
Mi idea era conocer uno de los senderos de montañas más bellos y cercanos a Coyhaique, yendo solo por un desafío personal y además porque nadie tenía tiempo ni ganas de perderse por varios días en el monte. Bueno entonces un viaje perfecto hacia la exploración de una montaña perfecta. Casi 2000 metros de altura, paredes de un estilo gran Catedral de roca con un largo paredón de basalto emergiendo como un muro y una torre principal sobre varias satélites. Realmente se ve impresionante desde todos lados. Sin embargo, sería más facil para mí asomarme por el hielo y la roca del lado Sur, pues tendría más opciones que por el paredón Norte.
Comencé mi viaje con un pronóstico de clima confuso, típico en Patagonia, comida llevaría para al menos 4 días, pensando en permanecer a la espera si persistía la lluvia. Llevaba equipo de escalada en roca y hielo, además de equipo de vivac. Llevaba mapa, distancias y una buena distribución de las jornadas de caminata, según mi planificación. El viaje lo inicié en Coyhaique los primeros días de Enero del 2003. En un bus interurbano viajé hasta la entrada del sendero que está a unos 200 metros antes del puente "El Correntoso". Se trata de un sendero que entre vueltas lleva a una guardería de Conaf que supuestamente administraría parte del Parque Nacional Río Simpson. El resto de la ruta subía por un sendero lleno de mallines, quilas y nalcas que me consumió unas 2 horas, después paulatinamente el sendero fue bajando al margen sur del río Correntoso hasta una primera población que en ese momento se encontraba cerrada, en realidad casi abandonada.
Un amplio valle de altura limpio en parte por los antiguos incendios forestales iba dando paso a población tras población, todas semi abandonadas, pero con presencia de animales vacunos. Los prados cargados de pasto y una ruta cada vez más linda se iban cerrando a medida que pasaba arrollos y valles transversales. Después de unas 2 horas llegué al cruce con el desague del estero Castillo de Aysén que corre de Norte a Sur. En el lugar encontré una carpa de trekkeros Australianos que después conocería. Mi camino siguió por una huella cada vez más cerrada y que pasaba bajo grandes coihues, de verdad una maravilla, también el camino subía paulatinamente en la medida que me iba adentrando al alto valle del Correntoso.
El peso del equipo era excesivo y me fatigaba de gran manera, al fin entrada la tarde y después de caminar unas 3 horas llegué a la cercanía del Puente roto, en ese lugar el río Correntoso era un pequeño, pero torrentoso río de montaña, la vegetación era cerrada y el sendero sólo una huella de caballo. Pasé mi primera noche en un remanso verdea la orilla del río abrigado por un buen fuego. Al día siguiente amaneció lloviznando, pero seguí la huella. Después de pasar por dos puestos de montaña encontré el puente en mejor estado que me permitió cruzar el Correntoso la huella subía por un sendero encajonado en el barro típico del paso de las tropas de animales. Entre el barro, las patinadas y la larga subida fui perdiendo fuerzas, cresta porque traje tanto equipo de roca me decía, pero no podía abandonarlo, debía seguir, de pronto la subida llegó a una amable cruce de caminos, uno que enfilaba hacia el Norte y otro que seguía hacia el Este hacia el nacimiento del río Correntoso.
Me imaginé según mi mapa que el sendero en dirección Norte era la entrada hacia el valle de altura del Catedral, y así era, el sendero se convirtió en una huella más amplia que bajaba hasta un valle plano, una veranada con grandes coihuales y quilas chicas, la verdad una maravilla. Viejos cercos de palo y una huella barrosa iban transitando hacia el interior, poco a poco iban apareciendo marcas de la operación Raleigh. Puentes de madera, triángulos de plástico clavados en los árboles iban marcando la ruta, mientras el peso se iba convirtiendo para mí en un estorbo. Por un momento dejó de lloviznar, pero las quilas me cerraron el camino, busqué la huella pero la suma de cansancio y lluvia agotó mi paciencia , entre más buscaba más me encerraba en las quilas, no podía ser, tanto derroche de energía por las puras no podía ser, volvía, miraba mi mapa y no entendía como de un momento a otro el monte se me cerraba tan abruptamente. Luego una gran lluvia me empapó y la paciencia se me fue al barro, lamentablemente no tuve más paciencia y dije hasta aca no más; cuál había sido mi error, mi error había sido llevar mucho peso, demasiado equipo para algo que tal vez no iba a realizar, tal vez con menos equipo y en mi condición de solitario debía buscar la menor dificultad para enfrentarme a un objetivo tan aislado y desconocido. Después de esto siempre he creído que es mejor ir a un lugar salvaje sólo a reconocer la ruta siguiendo un trekking liviano para reconocer bien el camino y después saber que llevar. Di vuelta y en el camino me encontré con una pareja de Australianos que habían intentado llegar a la Laguna Catedral, pero la gran cantidad de árboles caídos les habían cerrado el paso, aunque sí habían superado las quilas de la parte media del valle del Catedral. Juntos coincidimos que para una tarea como la que me había propuesto debería volver más liviano, para así andar más rápido y al fin y al cabo, con menos recursos, pero con más imaginación se podía hacer más. Volvería casi un mes más tarde.
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