Las Campanadas del Catedral ( Retroceder siempre, Rendirse jamás)
La vuelta fue programada y discutida al fragor de unas botellas de Pisco y vino en el Penhouse de mi amigote Claudio Herrera, con quien hemos compartido por años el gusto por la naturaleza, el escape hacia la libertad y el discurso idiológico que los hombres crean, Claudio lo analiza desde la Antropología y yo desde la Filosofía. Juntos imaginamos los riesgos y las experiencias vividas en mi viaje anterior, le mostré fotos de los puestos y la herencia campesina reflejada en los campos y construcciones de montaña. La conclusión fue unánime poco equipo, más comida y más días de aventura. Ya conocía parte de la ruta, el clima, pero aun no conocía lo principal que era la línea de ascenso a la cumbre del Catedral.
En equipo no llevaba más de lo básico, dos piolet, cuerda de 40 mts, 4 clavos variados, varios mosquetones simples y con seguro, además de cintas y cordines, casco, arnés y crampones y por último 2 tornillos de hielo, anafre y funda de vivac, saco y una lona plástica para la lluvia. Comida buena y abundante, más un litro de vino tinto para las noches ( que obviamente no duró más que la primera noche).
La ruta de entrada fue más rápida, esta vez con una mochila más liviana, lo que antes había hecho en 2 horas ahora lo hacía en 1, la cosa cambió definitivamente. el primer día llegué temprano al puente del alto Correntoso, de paso me metí en un puesto, con cuidado por el aviso de Hanta Virus, pero para mi sorpresa en el interior me encontré un abandono total, lo mejor del puesto era un hermoso y atractivo calendario de motosierra Stihl donde la abundancia y la seducción sobraban, las señoritas alpinas hacían alarde de su exuberancia, no lo pensé más y me llevé para la suerte el calendario, y sí que me trajo suerte!
Por la tarde después de caminar todo el día por el valle del Correntoso, de cruzar el puente y subir una pesada cuesta por el sendero encañonado llegué a el cruce de caminos, hacia el Este seguía al nacimiento del Correntoso, sabía que na hora más adentro por este camino podría llegar a un puesto de montaña, pero mi camino iba hacia el Norte. En lo más alto del cruce me subí a un Tronco quemado y tuve la mejor imagen que el valle del Catedral me podía dar; un frondoso valle de altura, típico de veranadas y el Cerro Catedral al final a lo lejos, a un día de camino, simplemente era hermoso, se veía su hombro sur sus torres y un ventisquero, que por su orientación Sur sería mi camino más facil de subida.
El clima era perfecto, como lo suele ser parte de Febrero en Coyhaique, después bajé hacia el interior del valle del Catedral y me dispuse a vivaquear junto al arrollo Catedral que nace desde la Laguna Catedral km más arriba. Una noche impresionante de estrellas entre el follaje y soledad como hacía tiempo necesitaba, sólo el sonido de las ranas cantando me fueron invitando al sueño. Temprano crucé el valle los novillos que pastaban estaban más hermosos que nunca, el moverse en la montaña saltando palos y comiendo pasto nuevo los tenía altamente enérgicos. Seguí metiéndome en la huella reconociendo mis pasos anteriores, de pronto un solitario gringo se me apareció, venía de bajar de la Laguna Catedral, había podido llegar y me informaba que tuviera precaución por la abundancia de árboles de Lengas caídos en la ruta.
El gringo se fue y seguí mi camino, este sería el único personaje que vería por varios días más.
finalmente llegué a las malditas quilas, pero esta vez tuve tino y seguí hasta que logré encontrar la ruta, claro esta había desaparecido por varios metros tapada por la abundancia de quilas crecidas y por grandes Coihues que habían sido derribados por el viento. Más tarde el camino dio paso a una huella más marcada hasta que llegué a los que quedaba de un puesto, en el camino también reconocí en un palo los nombres de dos viejos que habían subido hasta ese lugar a buscar a sus animales. Las marcas de plástico de la operación Raleigh se sucedían paulatinamente de árbol en árbol. La ruta fue cambiando de vegetación paulatinamente, así como también tuve que cruzar al menos una vez el arrollo Catedral, las matas de sotobosque espinudo también conocido como Taique me indicaron que me estaba elevando. De improviso me encontré con unos cañones esculpidos en la roca de buena profundidad que de no haber un puente construido por los Raleihg me hubiese costado mucho pasar; abajo los arroyos tronaban con furia, poco a poco iba ganando altura y sabía que no estaba lejos de la Laguna Catedral. Así mismo para ambos lados del sendero se habrían pequeños cañones que en su parte superior dejaban ver perfectos pináculos rocosos, también la nubosidad comenzaba a bajar, dejándome entender que el clima cambiaría.
De pronto el camino subió fuertemente y ya me encontraba entre árboles de Lenga, y claro el camino tal como me lo habían advertido se tapó de árboles caídos, uno a uno debía sortearlos, así hasta que llegué a una gran cascada que se anunciaba en el libro de trekk, por fin!, estaba cerca de la Laguna, seguí adelante y ya chispeaba mientras el camino se iba abriendo hacia una plano que no era más que la entrada a la Laguna. Fantástica, nada más como llegar a un lugar de ensueño, una gran laguna de altura rodeada de bosque de Lenga me recibió después de dos días de caminata dura y a buen tranco, por fin tenía frente a mí al hombro sur del Catedral, un rocón impresionante; más del cerro no se veía. Seguí avanzando por el margen Oeste de la laguna para llegar a la otra cabecera, definitivamente la huella se perdió en una parte por meterme al agua e intentar esquivar muchos árboles botados me hundí en el fango de barro de hoja de Lenga, un gran susto me llevé al sentir como era tragado por el fango, mierda como pude pensar que podía caminar por el pantanoso barro de la orilla interior de una laguna de altura, rápidamente tuve que sacarme la mochila y alivianarme, hasta que logré zafarme, mi mochila no se mojó por dentro porque había puesto una gran bolsa de plástico en su interior para aislar de la humedad mis cosas por la lluvia.
Monté mi vivac campamento en el margen Norte de la Laguna, esta era de por lo menos 1 km de largo por medio km de ancho, muy grande, y muy profunda, aproveché el resto de tarde para montar mi toldo, asegurarlo a las Lengas y buscar mucha leña para una fogata. Me encontraba en una zona de turbas, con muchas aves como caiquenes y patos, era básicamente un portezuelo que comunicaba hacia la zona de el valle del Viviana Sur. Dos días permanecí en mi campamento pues la lluvia se vino con ganas y no me dejaba moverme. Que días más largos, junto al fuego permanecía observando la soledad de la naturaleza que para mí parecía así, pero que en realidad era un perfecto espacio de diversidad animal y vegetal, habían pasado como 4 días sin hablar, salvo por la comunicación escueta con el gringo lo demás había sido hablar en silencio conmigo mismo. De pronto una serie ruidos extraños vinieron a mis oídos, sonaban como motores de lancha, como un alta voz sonando ofreciendo cosas, y después las "Campanadas", tilín tan, sonaban como fantasmas, recuerdo cuando trabajaba en la montaña de la mina el Toqui, alto mañihuales que al amanecer al terminar el turno y apagar los motores de las máquinas de Sondaje sonaban esos mismos ruidos, era el efecto de la memoria auditiva que después de tanto ruido resonaba en mis oídos. Sin embargo, las Campanadas seguían sonando aunque yo no quisiera escucharlas, estaban en mi mente y no en mis oídos, no podía hacer nada por acallarlas y menos al motor de una lancha que venía por la laguna, creo que alucinaba por los efectos de la descontaminación auditiva. También sentía ganas de hablar y cantar, tanto sería la necesidad de comunicación.
Pero el quinto día amaneció radiante de Sol, y no sentía ruidos, sólo ganas de iniciar el ascenso. Dejé en el campamento la lona colgada con algo de comida y seguí con el resto, calculaba dos días de como máximo de escalada. No necesitaba hablar ni comunicarme, rápidamente crucé las vegas y me metí a las laderas del bosque de Lenga en dirección hacia el hombro Sur. Poco a poco fuí ganando altura, descansando de vez en cuando, mientras alcanzaba los prados andinos hasta que por fin salí a las rocas, ufff que impresionante bajo mis pies tenía el portezuelo y la laguna, al Oeste se veía el Castillo de Aysén, hacia el Sur todo el cajón del Catedral que había cruzado tres días antes, y perpendicular a este el valle del Correntoso, a lo lejos las cordilleras de Coyhaique, pucha que estaba lejos y solo, cualquier cosa que me pasara sería riesgoza para mí, así que debía caminar con sumo cuidado. Creo haber subido varias horas por entre rocas, atravesando cañones, neveros y filos y cuando eran cerca de las 18 pm salí definitivamente a los pies del hombro Sur, la sorpresa fue mayor cuando ví frente a mí a un ventisquero que bajaba desde las torres de la cumbre.
Era un pequeño glaciar bien empinado con muchas grietas y que seguía hacia el Este en dirección hacia otras cumbres del cordón, simplemente era espectacular, las altas cumbres andinas de la región de Aysén frente a mí. Dudé de mi cometido, que hacía cruzaba solo el glaciar y me arriesgaba a cruzar grietas o me devolvía, lo pensé un rato, mientras se nublaba a ratos. La tarde caía y debía tomar una decisión, y así lo hice, me animé a meterme al hielo me armé de crampones y dos piolet, la cuerda me la até al arnés con nudos de retención por si caía a una grieta al menos si quedaba una punta afuera podrían encontrar mi cuerpo en el peor de los casos, así me lo había recomendado un viejo director de la Escuela Militar de Montaña amigo de mi Padre que unas semanas antes había conocido. Sin embargo, y por la altura del la temporada sólo había hielo en la primera parte, las grietas se veían y era posible cruzarlas, luego el glaciar se empinó y la cosa era escalar en pendientes de hielo de buena graduación. Las grietas transversales o bien las rodeaba o bien las saltaba, paso a paso mientras caía la tarde ganaba altura, sobre mí las torres del Catedral parecían torres góticas, negras y amenazantes, el hombro Sur quedó a mi altura hasta que por fin logre subir al filo saliendo del glaciar, me asomé al borde del filo y ví la impresionante pared que recorría todo el flanco Norte, estaba en lo más alto del murallón. Casí en la oscuridad busqué un espacio plano en lo alto del hielo y cavé una cueva para vivaquear.
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