Tercera Parte de Las Campanadas del Catedral
(se cumple un sueño, el deseo permanece)
El amanecer me encuentra en un ambiente eterno, hielo, roca y niebla, todo parece detenido. Hay que moverse, el clima puede empeorar, me equipé y busqué un acceso a las torres, la roca se veía y tocaba con cuidado, todo era inestable y quebradizo, típico de rocas volcánicas, probé varias posibilidades, no andaba con pies de gato, sólo zapatos de cuero, aunque eran bastante buenos para escalar. Me costó un kilo montarme a la roca hasta que encontré unas buenas regletas y salí hacia un balcón, crucé un empinado nevero mixto con roca suelta, todo sin protección, caminando y escalando con sumo cuidado, seguí subiendo, lamentablemente las nubes lo taparon todo seguía ahora transitando en el filo mismo bordeando la gran muralla, algo se abría y podía ver el piso unos 200 metros más abajo, la caída era para ambos lados.
Cruzaba abismos y seguía subiendo, el viento también aumentaba, no tenía como saber cuál era la cumbre, pues seguía subiendo, hasta que comencé a bajar, me dí cuenta que si seguía bajaba hacia el filo Noreste, asi que volví y me dí cuenta que había pasado el torreón mayor, comencé a escalarlo hasta que se acabó todo, ya no había nada más que subir, estaba en la cumbre del Cerro Catedral, por escasos segundos se abría y se dejaba ver el río Mañihuales, podía ver hacia el valle de Viviana, estaba solo en una cumbre inescalada, no había rastro alguno de presencia humana, instalé un testimonio dedicado a los compañeros andinistas muertos en Lago Leones y disfruté de la esfímera cumbre. La bajada fue con mucho cuidado, un paso en falso y adios, no sé pero debo haber hecho cumbre como a las 11 de la mañana. Descendí todo el camino por el mismo filo por el cual había subido, encontré mis huellas en la nieve y bajé hasta que encontré un tramo más vertical que repelié, por fin llegué a mi cueva, tomé mis cosas y bajé el glaciar en la completa nubosidad, las grietas aparecían como bocas de lobo, sin embargo la supervivencia es más fuerte y logré salir del hielo.
Las nubes trajeron agua y bajé en medio de la lluvia, después de horas llegué a mi campamento a los pies de la laguna, cagado de frío, hambriento, pero feliz por la cumbre, hice fuego y me metí en bolas al saco, mientras el fuego ardía a medias por el agua. no importa el objetivo de la aventura estaba logrado con creces, había hecho una cumbre virgen, en pésimas condiciones, solo y había terminado con un sueño que me atormentaba, lejos de todo el mundo humano, sentía como mi humanidad se perdía entre los bosques. Llovió y llovió dos días más, tenía comida y no me quería mover, además los ríos subieron tanto que estaba aislado. Ocho días eran bastante ya, hay que volver hay familia que te espera. La lluvia no paraba, así que me armé de vigor y salí como pude cruzando arroyos crecidos, barro y agua amarga en la boca por el chorreo en las quilas. Caminé tanto que salí de los dos valles que me costaron dos días entrando en un solo día, por la tarde estaba tomando un bus en el Correntoso para volver a Coyhaique, con olor a selva y el espíritu más alto que nunca, las manos las sentía hinchadas como las manos de un León. El sueño se acabó y tenía la realidad en una cámara fotográfica, pero el deseo seguía intacto y mientras subía a Coyhaique aparecían otros valles andinos que desafiaban mi naturaleza.
lunes, 22 de octubre de 2012
Las Campanadas del Catedral ( Retroceder siempre, Rendirse jamás)
La vuelta fue programada y discutida al fragor de unas botellas de Pisco y vino en el Penhouse de mi amigote Claudio Herrera, con quien hemos compartido por años el gusto por la naturaleza, el escape hacia la libertad y el discurso idiológico que los hombres crean, Claudio lo analiza desde la Antropología y yo desde la Filosofía. Juntos imaginamos los riesgos y las experiencias vividas en mi viaje anterior, le mostré fotos de los puestos y la herencia campesina reflejada en los campos y construcciones de montaña. La conclusión fue unánime poco equipo, más comida y más días de aventura. Ya conocía parte de la ruta, el clima, pero aun no conocía lo principal que era la línea de ascenso a la cumbre del Catedral.
En equipo no llevaba más de lo básico, dos piolet, cuerda de 40 mts, 4 clavos variados, varios mosquetones simples y con seguro, además de cintas y cordines, casco, arnés y crampones y por último 2 tornillos de hielo, anafre y funda de vivac, saco y una lona plástica para la lluvia. Comida buena y abundante, más un litro de vino tinto para las noches ( que obviamente no duró más que la primera noche).
La ruta de entrada fue más rápida, esta vez con una mochila más liviana, lo que antes había hecho en 2 horas ahora lo hacía en 1, la cosa cambió definitivamente. el primer día llegué temprano al puente del alto Correntoso, de paso me metí en un puesto, con cuidado por el aviso de Hanta Virus, pero para mi sorpresa en el interior me encontré un abandono total, lo mejor del puesto era un hermoso y atractivo calendario de motosierra Stihl donde la abundancia y la seducción sobraban, las señoritas alpinas hacían alarde de su exuberancia, no lo pensé más y me llevé para la suerte el calendario, y sí que me trajo suerte!
Por la tarde después de caminar todo el día por el valle del Correntoso, de cruzar el puente y subir una pesada cuesta por el sendero encañonado llegué a el cruce de caminos, hacia el Este seguía al nacimiento del Correntoso, sabía que na hora más adentro por este camino podría llegar a un puesto de montaña, pero mi camino iba hacia el Norte. En lo más alto del cruce me subí a un Tronco quemado y tuve la mejor imagen que el valle del Catedral me podía dar; un frondoso valle de altura, típico de veranadas y el Cerro Catedral al final a lo lejos, a un día de camino, simplemente era hermoso, se veía su hombro sur sus torres y un ventisquero, que por su orientación Sur sería mi camino más facil de subida.
El clima era perfecto, como lo suele ser parte de Febrero en Coyhaique, después bajé hacia el interior del valle del Catedral y me dispuse a vivaquear junto al arrollo Catedral que nace desde la Laguna Catedral km más arriba. Una noche impresionante de estrellas entre el follaje y soledad como hacía tiempo necesitaba, sólo el sonido de las ranas cantando me fueron invitando al sueño. Temprano crucé el valle los novillos que pastaban estaban más hermosos que nunca, el moverse en la montaña saltando palos y comiendo pasto nuevo los tenía altamente enérgicos. Seguí metiéndome en la huella reconociendo mis pasos anteriores, de pronto un solitario gringo se me apareció, venía de bajar de la Laguna Catedral, había podido llegar y me informaba que tuviera precaución por la abundancia de árboles de Lengas caídos en la ruta.
El gringo se fue y seguí mi camino, este sería el único personaje que vería por varios días más.
finalmente llegué a las malditas quilas, pero esta vez tuve tino y seguí hasta que logré encontrar la ruta, claro esta había desaparecido por varios metros tapada por la abundancia de quilas crecidas y por grandes Coihues que habían sido derribados por el viento. Más tarde el camino dio paso a una huella más marcada hasta que llegué a los que quedaba de un puesto, en el camino también reconocí en un palo los nombres de dos viejos que habían subido hasta ese lugar a buscar a sus animales. Las marcas de plástico de la operación Raleigh se sucedían paulatinamente de árbol en árbol. La ruta fue cambiando de vegetación paulatinamente, así como también tuve que cruzar al menos una vez el arrollo Catedral, las matas de sotobosque espinudo también conocido como Taique me indicaron que me estaba elevando. De improviso me encontré con unos cañones esculpidos en la roca de buena profundidad que de no haber un puente construido por los Raleihg me hubiese costado mucho pasar; abajo los arroyos tronaban con furia, poco a poco iba ganando altura y sabía que no estaba lejos de la Laguna Catedral. Así mismo para ambos lados del sendero se habrían pequeños cañones que en su parte superior dejaban ver perfectos pináculos rocosos, también la nubosidad comenzaba a bajar, dejándome entender que el clima cambiaría.
De pronto el camino subió fuertemente y ya me encontraba entre árboles de Lenga, y claro el camino tal como me lo habían advertido se tapó de árboles caídos, uno a uno debía sortearlos, así hasta que llegué a una gran cascada que se anunciaba en el libro de trekk, por fin!, estaba cerca de la Laguna, seguí adelante y ya chispeaba mientras el camino se iba abriendo hacia una plano que no era más que la entrada a la Laguna. Fantástica, nada más como llegar a un lugar de ensueño, una gran laguna de altura rodeada de bosque de Lenga me recibió después de dos días de caminata dura y a buen tranco, por fin tenía frente a mí al hombro sur del Catedral, un rocón impresionante; más del cerro no se veía. Seguí avanzando por el margen Oeste de la laguna para llegar a la otra cabecera, definitivamente la huella se perdió en una parte por meterme al agua e intentar esquivar muchos árboles botados me hundí en el fango de barro de hoja de Lenga, un gran susto me llevé al sentir como era tragado por el fango, mierda como pude pensar que podía caminar por el pantanoso barro de la orilla interior de una laguna de altura, rápidamente tuve que sacarme la mochila y alivianarme, hasta que logré zafarme, mi mochila no se mojó por dentro porque había puesto una gran bolsa de plástico en su interior para aislar de la humedad mis cosas por la lluvia.
Monté mi vivac campamento en el margen Norte de la Laguna, esta era de por lo menos 1 km de largo por medio km de ancho, muy grande, y muy profunda, aproveché el resto de tarde para montar mi toldo, asegurarlo a las Lengas y buscar mucha leña para una fogata. Me encontraba en una zona de turbas, con muchas aves como caiquenes y patos, era básicamente un portezuelo que comunicaba hacia la zona de el valle del Viviana Sur. Dos días permanecí en mi campamento pues la lluvia se vino con ganas y no me dejaba moverme. Que días más largos, junto al fuego permanecía observando la soledad de la naturaleza que para mí parecía así, pero que en realidad era un perfecto espacio de diversidad animal y vegetal, habían pasado como 4 días sin hablar, salvo por la comunicación escueta con el gringo lo demás había sido hablar en silencio conmigo mismo. De pronto una serie ruidos extraños vinieron a mis oídos, sonaban como motores de lancha, como un alta voz sonando ofreciendo cosas, y después las "Campanadas", tilín tan, sonaban como fantasmas, recuerdo cuando trabajaba en la montaña de la mina el Toqui, alto mañihuales que al amanecer al terminar el turno y apagar los motores de las máquinas de Sondaje sonaban esos mismos ruidos, era el efecto de la memoria auditiva que después de tanto ruido resonaba en mis oídos. Sin embargo, las Campanadas seguían sonando aunque yo no quisiera escucharlas, estaban en mi mente y no en mis oídos, no podía hacer nada por acallarlas y menos al motor de una lancha que venía por la laguna, creo que alucinaba por los efectos de la descontaminación auditiva. También sentía ganas de hablar y cantar, tanto sería la necesidad de comunicación.
Pero el quinto día amaneció radiante de Sol, y no sentía ruidos, sólo ganas de iniciar el ascenso. Dejé en el campamento la lona colgada con algo de comida y seguí con el resto, calculaba dos días de como máximo de escalada. No necesitaba hablar ni comunicarme, rápidamente crucé las vegas y me metí a las laderas del bosque de Lenga en dirección hacia el hombro Sur. Poco a poco fuí ganando altura, descansando de vez en cuando, mientras alcanzaba los prados andinos hasta que por fin salí a las rocas, ufff que impresionante bajo mis pies tenía el portezuelo y la laguna, al Oeste se veía el Castillo de Aysén, hacia el Sur todo el cajón del Catedral que había cruzado tres días antes, y perpendicular a este el valle del Correntoso, a lo lejos las cordilleras de Coyhaique, pucha que estaba lejos y solo, cualquier cosa que me pasara sería riesgoza para mí, así que debía caminar con sumo cuidado. Creo haber subido varias horas por entre rocas, atravesando cañones, neveros y filos y cuando eran cerca de las 18 pm salí definitivamente a los pies del hombro Sur, la sorpresa fue mayor cuando ví frente a mí a un ventisquero que bajaba desde las torres de la cumbre.
Era un pequeño glaciar bien empinado con muchas grietas y que seguía hacia el Este en dirección hacia otras cumbres del cordón, simplemente era espectacular, las altas cumbres andinas de la región de Aysén frente a mí. Dudé de mi cometido, que hacía cruzaba solo el glaciar y me arriesgaba a cruzar grietas o me devolvía, lo pensé un rato, mientras se nublaba a ratos. La tarde caía y debía tomar una decisión, y así lo hice, me animé a meterme al hielo me armé de crampones y dos piolet, la cuerda me la até al arnés con nudos de retención por si caía a una grieta al menos si quedaba una punta afuera podrían encontrar mi cuerpo en el peor de los casos, así me lo había recomendado un viejo director de la Escuela Militar de Montaña amigo de mi Padre que unas semanas antes había conocido. Sin embargo, y por la altura del la temporada sólo había hielo en la primera parte, las grietas se veían y era posible cruzarlas, luego el glaciar se empinó y la cosa era escalar en pendientes de hielo de buena graduación. Las grietas transversales o bien las rodeaba o bien las saltaba, paso a paso mientras caía la tarde ganaba altura, sobre mí las torres del Catedral parecían torres góticas, negras y amenazantes, el hombro Sur quedó a mi altura hasta que por fin logre subir al filo saliendo del glaciar, me asomé al borde del filo y ví la impresionante pared que recorría todo el flanco Norte, estaba en lo más alto del murallón. Casí en la oscuridad busqué un espacio plano en lo alto del hielo y cavé una cueva para vivaquear.
La vuelta fue programada y discutida al fragor de unas botellas de Pisco y vino en el Penhouse de mi amigote Claudio Herrera, con quien hemos compartido por años el gusto por la naturaleza, el escape hacia la libertad y el discurso idiológico que los hombres crean, Claudio lo analiza desde la Antropología y yo desde la Filosofía. Juntos imaginamos los riesgos y las experiencias vividas en mi viaje anterior, le mostré fotos de los puestos y la herencia campesina reflejada en los campos y construcciones de montaña. La conclusión fue unánime poco equipo, más comida y más días de aventura. Ya conocía parte de la ruta, el clima, pero aun no conocía lo principal que era la línea de ascenso a la cumbre del Catedral.
En equipo no llevaba más de lo básico, dos piolet, cuerda de 40 mts, 4 clavos variados, varios mosquetones simples y con seguro, además de cintas y cordines, casco, arnés y crampones y por último 2 tornillos de hielo, anafre y funda de vivac, saco y una lona plástica para la lluvia. Comida buena y abundante, más un litro de vino tinto para las noches ( que obviamente no duró más que la primera noche).
La ruta de entrada fue más rápida, esta vez con una mochila más liviana, lo que antes había hecho en 2 horas ahora lo hacía en 1, la cosa cambió definitivamente. el primer día llegué temprano al puente del alto Correntoso, de paso me metí en un puesto, con cuidado por el aviso de Hanta Virus, pero para mi sorpresa en el interior me encontré un abandono total, lo mejor del puesto era un hermoso y atractivo calendario de motosierra Stihl donde la abundancia y la seducción sobraban, las señoritas alpinas hacían alarde de su exuberancia, no lo pensé más y me llevé para la suerte el calendario, y sí que me trajo suerte!
Por la tarde después de caminar todo el día por el valle del Correntoso, de cruzar el puente y subir una pesada cuesta por el sendero encañonado llegué a el cruce de caminos, hacia el Este seguía al nacimiento del Correntoso, sabía que na hora más adentro por este camino podría llegar a un puesto de montaña, pero mi camino iba hacia el Norte. En lo más alto del cruce me subí a un Tronco quemado y tuve la mejor imagen que el valle del Catedral me podía dar; un frondoso valle de altura, típico de veranadas y el Cerro Catedral al final a lo lejos, a un día de camino, simplemente era hermoso, se veía su hombro sur sus torres y un ventisquero, que por su orientación Sur sería mi camino más facil de subida.
El clima era perfecto, como lo suele ser parte de Febrero en Coyhaique, después bajé hacia el interior del valle del Catedral y me dispuse a vivaquear junto al arrollo Catedral que nace desde la Laguna Catedral km más arriba. Una noche impresionante de estrellas entre el follaje y soledad como hacía tiempo necesitaba, sólo el sonido de las ranas cantando me fueron invitando al sueño. Temprano crucé el valle los novillos que pastaban estaban más hermosos que nunca, el moverse en la montaña saltando palos y comiendo pasto nuevo los tenía altamente enérgicos. Seguí metiéndome en la huella reconociendo mis pasos anteriores, de pronto un solitario gringo se me apareció, venía de bajar de la Laguna Catedral, había podido llegar y me informaba que tuviera precaución por la abundancia de árboles de Lengas caídos en la ruta.
El gringo se fue y seguí mi camino, este sería el único personaje que vería por varios días más.
finalmente llegué a las malditas quilas, pero esta vez tuve tino y seguí hasta que logré encontrar la ruta, claro esta había desaparecido por varios metros tapada por la abundancia de quilas crecidas y por grandes Coihues que habían sido derribados por el viento. Más tarde el camino dio paso a una huella más marcada hasta que llegué a los que quedaba de un puesto, en el camino también reconocí en un palo los nombres de dos viejos que habían subido hasta ese lugar a buscar a sus animales. Las marcas de plástico de la operación Raleigh se sucedían paulatinamente de árbol en árbol. La ruta fue cambiando de vegetación paulatinamente, así como también tuve que cruzar al menos una vez el arrollo Catedral, las matas de sotobosque espinudo también conocido como Taique me indicaron que me estaba elevando. De improviso me encontré con unos cañones esculpidos en la roca de buena profundidad que de no haber un puente construido por los Raleihg me hubiese costado mucho pasar; abajo los arroyos tronaban con furia, poco a poco iba ganando altura y sabía que no estaba lejos de la Laguna Catedral. Así mismo para ambos lados del sendero se habrían pequeños cañones que en su parte superior dejaban ver perfectos pináculos rocosos, también la nubosidad comenzaba a bajar, dejándome entender que el clima cambiaría.
De pronto el camino subió fuertemente y ya me encontraba entre árboles de Lenga, y claro el camino tal como me lo habían advertido se tapó de árboles caídos, uno a uno debía sortearlos, así hasta que llegué a una gran cascada que se anunciaba en el libro de trekk, por fin!, estaba cerca de la Laguna, seguí adelante y ya chispeaba mientras el camino se iba abriendo hacia una plano que no era más que la entrada a la Laguna. Fantástica, nada más como llegar a un lugar de ensueño, una gran laguna de altura rodeada de bosque de Lenga me recibió después de dos días de caminata dura y a buen tranco, por fin tenía frente a mí al hombro sur del Catedral, un rocón impresionante; más del cerro no se veía. Seguí avanzando por el margen Oeste de la laguna para llegar a la otra cabecera, definitivamente la huella se perdió en una parte por meterme al agua e intentar esquivar muchos árboles botados me hundí en el fango de barro de hoja de Lenga, un gran susto me llevé al sentir como era tragado por el fango, mierda como pude pensar que podía caminar por el pantanoso barro de la orilla interior de una laguna de altura, rápidamente tuve que sacarme la mochila y alivianarme, hasta que logré zafarme, mi mochila no se mojó por dentro porque había puesto una gran bolsa de plástico en su interior para aislar de la humedad mis cosas por la lluvia.
Monté mi vivac campamento en el margen Norte de la Laguna, esta era de por lo menos 1 km de largo por medio km de ancho, muy grande, y muy profunda, aproveché el resto de tarde para montar mi toldo, asegurarlo a las Lengas y buscar mucha leña para una fogata. Me encontraba en una zona de turbas, con muchas aves como caiquenes y patos, era básicamente un portezuelo que comunicaba hacia la zona de el valle del Viviana Sur. Dos días permanecí en mi campamento pues la lluvia se vino con ganas y no me dejaba moverme. Que días más largos, junto al fuego permanecía observando la soledad de la naturaleza que para mí parecía así, pero que en realidad era un perfecto espacio de diversidad animal y vegetal, habían pasado como 4 días sin hablar, salvo por la comunicación escueta con el gringo lo demás había sido hablar en silencio conmigo mismo. De pronto una serie ruidos extraños vinieron a mis oídos, sonaban como motores de lancha, como un alta voz sonando ofreciendo cosas, y después las "Campanadas", tilín tan, sonaban como fantasmas, recuerdo cuando trabajaba en la montaña de la mina el Toqui, alto mañihuales que al amanecer al terminar el turno y apagar los motores de las máquinas de Sondaje sonaban esos mismos ruidos, era el efecto de la memoria auditiva que después de tanto ruido resonaba en mis oídos. Sin embargo, las Campanadas seguían sonando aunque yo no quisiera escucharlas, estaban en mi mente y no en mis oídos, no podía hacer nada por acallarlas y menos al motor de una lancha que venía por la laguna, creo que alucinaba por los efectos de la descontaminación auditiva. También sentía ganas de hablar y cantar, tanto sería la necesidad de comunicación.
Pero el quinto día amaneció radiante de Sol, y no sentía ruidos, sólo ganas de iniciar el ascenso. Dejé en el campamento la lona colgada con algo de comida y seguí con el resto, calculaba dos días de como máximo de escalada. No necesitaba hablar ni comunicarme, rápidamente crucé las vegas y me metí a las laderas del bosque de Lenga en dirección hacia el hombro Sur. Poco a poco fuí ganando altura, descansando de vez en cuando, mientras alcanzaba los prados andinos hasta que por fin salí a las rocas, ufff que impresionante bajo mis pies tenía el portezuelo y la laguna, al Oeste se veía el Castillo de Aysén, hacia el Sur todo el cajón del Catedral que había cruzado tres días antes, y perpendicular a este el valle del Correntoso, a lo lejos las cordilleras de Coyhaique, pucha que estaba lejos y solo, cualquier cosa que me pasara sería riesgoza para mí, así que debía caminar con sumo cuidado. Creo haber subido varias horas por entre rocas, atravesando cañones, neveros y filos y cuando eran cerca de las 18 pm salí definitivamente a los pies del hombro Sur, la sorpresa fue mayor cuando ví frente a mí a un ventisquero que bajaba desde las torres de la cumbre.
Era un pequeño glaciar bien empinado con muchas grietas y que seguía hacia el Este en dirección hacia otras cumbres del cordón, simplemente era espectacular, las altas cumbres andinas de la región de Aysén frente a mí. Dudé de mi cometido, que hacía cruzaba solo el glaciar y me arriesgaba a cruzar grietas o me devolvía, lo pensé un rato, mientras se nublaba a ratos. La tarde caía y debía tomar una decisión, y así lo hice, me animé a meterme al hielo me armé de crampones y dos piolet, la cuerda me la até al arnés con nudos de retención por si caía a una grieta al menos si quedaba una punta afuera podrían encontrar mi cuerpo en el peor de los casos, así me lo había recomendado un viejo director de la Escuela Militar de Montaña amigo de mi Padre que unas semanas antes había conocido. Sin embargo, y por la altura del la temporada sólo había hielo en la primera parte, las grietas se veían y era posible cruzarlas, luego el glaciar se empinó y la cosa era escalar en pendientes de hielo de buena graduación. Las grietas transversales o bien las rodeaba o bien las saltaba, paso a paso mientras caía la tarde ganaba altura, sobre mí las torres del Catedral parecían torres góticas, negras y amenazantes, el hombro Sur quedó a mi altura hasta que por fin logre subir al filo saliendo del glaciar, me asomé al borde del filo y ví la impresionante pared que recorría todo el flanco Norte, estaba en lo más alto del murallón. Casí en la oscuridad busqué un espacio plano en lo alto del hielo y cavé una cueva para vivaquear.
Las Campanas del Catedral
La primera vez que le ví quedé impactado por su forma y lejanía, sabía que era una incognita el cómo llegar a sus entrañas. No recuerdo bien, pero debe haber sido desde el Divisadero que ví un torreón emergiendo entre las montañas del cordón La Gloria. Más tarde lo ví frente a frente desde el Castillo de Aysén, simplemente impresionante una fortaleza con amplios muros hacia el norte, pero jamás imaginé su ladera Sur que permanecía escondida a mis vista.
Sí se trataba del Cerro Catedral, una cumbre ignota metida en el corazón de la cordillera aysenina, sin ascenso hasta ese entonces y sólo especulaciones sobre su probable ascenso. Sólo sabía que una expedición de la Operación Raleigh había estado trabajando en sus remotos valles, lo otro que sabía era por el trekking a su laguna, la Laguna Catedral que figuraba en SudamericaHandbook.
Con ese mapa y con la información entregada por mi amigo Hipólito Medina poblador y explorador del lugar me adentre cargado de equipo de escalada por el margen sur de río Correntoso, valle transversal situado en el Km 26 del camino que une a Puerto Aysén con Coyhaique y que es parte del Parque Nacional Río Simpson. Sabía que tenía que caminar más de 30 km metiendome primero por el valle del Correntoso hasta su parte superior en dirección Oeste-Este y luego cruzarlo en un puente viejo para meterme hacia el Norte al interior del Valle del Catedral hasta llegar a sus pies en la Laguna Catedral; los detalles los descubriría a base de astucia, perseverancia y ensayo y error.
Mi idea era conocer uno de los senderos de montañas más bellos y cercanos a Coyhaique, yendo solo por un desafío personal y además porque nadie tenía tiempo ni ganas de perderse por varios días en el monte. Bueno entonces un viaje perfecto hacia la exploración de una montaña perfecta. Casi 2000 metros de altura, paredes de un estilo gran Catedral de roca con un largo paredón de basalto emergiendo como un muro y una torre principal sobre varias satélites. Realmente se ve impresionante desde todos lados. Sin embargo, sería más facil para mí asomarme por el hielo y la roca del lado Sur, pues tendría más opciones que por el paredón Norte.
Comencé mi viaje con un pronóstico de clima confuso, típico en Patagonia, comida llevaría para al menos 4 días, pensando en permanecer a la espera si persistía la lluvia. Llevaba equipo de escalada en roca y hielo, además de equipo de vivac. Llevaba mapa, distancias y una buena distribución de las jornadas de caminata, según mi planificación. El viaje lo inicié en Coyhaique los primeros días de Enero del 2003. En un bus interurbano viajé hasta la entrada del sendero que está a unos 200 metros antes del puente "El Correntoso". Se trata de un sendero que entre vueltas lleva a una guardería de Conaf que supuestamente administraría parte del Parque Nacional Río Simpson. El resto de la ruta subía por un sendero lleno de mallines, quilas y nalcas que me consumió unas 2 horas, después paulatinamente el sendero fue bajando al margen sur del río Correntoso hasta una primera población que en ese momento se encontraba cerrada, en realidad casi abandonada.
Un amplio valle de altura limpio en parte por los antiguos incendios forestales iba dando paso a población tras población, todas semi abandonadas, pero con presencia de animales vacunos. Los prados cargados de pasto y una ruta cada vez más linda se iban cerrando a medida que pasaba arrollos y valles transversales. Después de unas 2 horas llegué al cruce con el desague del estero Castillo de Aysén que corre de Norte a Sur. En el lugar encontré una carpa de trekkeros Australianos que después conocería. Mi camino siguió por una huella cada vez más cerrada y que pasaba bajo grandes coihues, de verdad una maravilla, también el camino subía paulatinamente en la medida que me iba adentrando al alto valle del Correntoso.
El peso del equipo era excesivo y me fatigaba de gran manera, al fin entrada la tarde y después de caminar unas 3 horas llegué a la cercanía del Puente roto, en ese lugar el río Correntoso era un pequeño, pero torrentoso río de montaña, la vegetación era cerrada y el sendero sólo una huella de caballo. Pasé mi primera noche en un remanso verdea la orilla del río abrigado por un buen fuego. Al día siguiente amaneció lloviznando, pero seguí la huella. Después de pasar por dos puestos de montaña encontré el puente en mejor estado que me permitió cruzar el Correntoso la huella subía por un sendero encajonado en el barro típico del paso de las tropas de animales. Entre el barro, las patinadas y la larga subida fui perdiendo fuerzas, cresta porque traje tanto equipo de roca me decía, pero no podía abandonarlo, debía seguir, de pronto la subida llegó a una amable cruce de caminos, uno que enfilaba hacia el Norte y otro que seguía hacia el Este hacia el nacimiento del río Correntoso.
Me imaginé según mi mapa que el sendero en dirección Norte era la entrada hacia el valle de altura del Catedral, y así era, el sendero se convirtió en una huella más amplia que bajaba hasta un valle plano, una veranada con grandes coihuales y quilas chicas, la verdad una maravilla. Viejos cercos de palo y una huella barrosa iban transitando hacia el interior, poco a poco iban apareciendo marcas de la operación Raleigh. Puentes de madera, triángulos de plástico clavados en los árboles iban marcando la ruta, mientras el peso se iba convirtiendo para mí en un estorbo. Por un momento dejó de lloviznar, pero las quilas me cerraron el camino, busqué la huella pero la suma de cansancio y lluvia agotó mi paciencia , entre más buscaba más me encerraba en las quilas, no podía ser, tanto derroche de energía por las puras no podía ser, volvía, miraba mi mapa y no entendía como de un momento a otro el monte se me cerraba tan abruptamente. Luego una gran lluvia me empapó y la paciencia se me fue al barro, lamentablemente no tuve más paciencia y dije hasta aca no más; cuál había sido mi error, mi error había sido llevar mucho peso, demasiado equipo para algo que tal vez no iba a realizar, tal vez con menos equipo y en mi condición de solitario debía buscar la menor dificultad para enfrentarme a un objetivo tan aislado y desconocido. Después de esto siempre he creído que es mejor ir a un lugar salvaje sólo a reconocer la ruta siguiendo un trekking liviano para reconocer bien el camino y después saber que llevar. Di vuelta y en el camino me encontré con una pareja de Australianos que habían intentado llegar a la Laguna Catedral, pero la gran cantidad de árboles caídos les habían cerrado el paso, aunque sí habían superado las quilas de la parte media del valle del Catedral. Juntos coincidimos que para una tarea como la que me había propuesto debería volver más liviano, para así andar más rápido y al fin y al cabo, con menos recursos, pero con más imaginación se podía hacer más. Volvería casi un mes más tarde.
La primera vez que le ví quedé impactado por su forma y lejanía, sabía que era una incognita el cómo llegar a sus entrañas. No recuerdo bien, pero debe haber sido desde el Divisadero que ví un torreón emergiendo entre las montañas del cordón La Gloria. Más tarde lo ví frente a frente desde el Castillo de Aysén, simplemente impresionante una fortaleza con amplios muros hacia el norte, pero jamás imaginé su ladera Sur que permanecía escondida a mis vista.
Sí se trataba del Cerro Catedral, una cumbre ignota metida en el corazón de la cordillera aysenina, sin ascenso hasta ese entonces y sólo especulaciones sobre su probable ascenso. Sólo sabía que una expedición de la Operación Raleigh había estado trabajando en sus remotos valles, lo otro que sabía era por el trekking a su laguna, la Laguna Catedral que figuraba en SudamericaHandbook.
Con ese mapa y con la información entregada por mi amigo Hipólito Medina poblador y explorador del lugar me adentre cargado de equipo de escalada por el margen sur de río Correntoso, valle transversal situado en el Km 26 del camino que une a Puerto Aysén con Coyhaique y que es parte del Parque Nacional Río Simpson. Sabía que tenía que caminar más de 30 km metiendome primero por el valle del Correntoso hasta su parte superior en dirección Oeste-Este y luego cruzarlo en un puente viejo para meterme hacia el Norte al interior del Valle del Catedral hasta llegar a sus pies en la Laguna Catedral; los detalles los descubriría a base de astucia, perseverancia y ensayo y error.
Mi idea era conocer uno de los senderos de montañas más bellos y cercanos a Coyhaique, yendo solo por un desafío personal y además porque nadie tenía tiempo ni ganas de perderse por varios días en el monte. Bueno entonces un viaje perfecto hacia la exploración de una montaña perfecta. Casi 2000 metros de altura, paredes de un estilo gran Catedral de roca con un largo paredón de basalto emergiendo como un muro y una torre principal sobre varias satélites. Realmente se ve impresionante desde todos lados. Sin embargo, sería más facil para mí asomarme por el hielo y la roca del lado Sur, pues tendría más opciones que por el paredón Norte.
Comencé mi viaje con un pronóstico de clima confuso, típico en Patagonia, comida llevaría para al menos 4 días, pensando en permanecer a la espera si persistía la lluvia. Llevaba equipo de escalada en roca y hielo, además de equipo de vivac. Llevaba mapa, distancias y una buena distribución de las jornadas de caminata, según mi planificación. El viaje lo inicié en Coyhaique los primeros días de Enero del 2003. En un bus interurbano viajé hasta la entrada del sendero que está a unos 200 metros antes del puente "El Correntoso". Se trata de un sendero que entre vueltas lleva a una guardería de Conaf que supuestamente administraría parte del Parque Nacional Río Simpson. El resto de la ruta subía por un sendero lleno de mallines, quilas y nalcas que me consumió unas 2 horas, después paulatinamente el sendero fue bajando al margen sur del río Correntoso hasta una primera población que en ese momento se encontraba cerrada, en realidad casi abandonada.
Un amplio valle de altura limpio en parte por los antiguos incendios forestales iba dando paso a población tras población, todas semi abandonadas, pero con presencia de animales vacunos. Los prados cargados de pasto y una ruta cada vez más linda se iban cerrando a medida que pasaba arrollos y valles transversales. Después de unas 2 horas llegué al cruce con el desague del estero Castillo de Aysén que corre de Norte a Sur. En el lugar encontré una carpa de trekkeros Australianos que después conocería. Mi camino siguió por una huella cada vez más cerrada y que pasaba bajo grandes coihues, de verdad una maravilla, también el camino subía paulatinamente en la medida que me iba adentrando al alto valle del Correntoso.
El peso del equipo era excesivo y me fatigaba de gran manera, al fin entrada la tarde y después de caminar unas 3 horas llegué a la cercanía del Puente roto, en ese lugar el río Correntoso era un pequeño, pero torrentoso río de montaña, la vegetación era cerrada y el sendero sólo una huella de caballo. Pasé mi primera noche en un remanso verdea la orilla del río abrigado por un buen fuego. Al día siguiente amaneció lloviznando, pero seguí la huella. Después de pasar por dos puestos de montaña encontré el puente en mejor estado que me permitió cruzar el Correntoso la huella subía por un sendero encajonado en el barro típico del paso de las tropas de animales. Entre el barro, las patinadas y la larga subida fui perdiendo fuerzas, cresta porque traje tanto equipo de roca me decía, pero no podía abandonarlo, debía seguir, de pronto la subida llegó a una amable cruce de caminos, uno que enfilaba hacia el Norte y otro que seguía hacia el Este hacia el nacimiento del río Correntoso.
Me imaginé según mi mapa que el sendero en dirección Norte era la entrada hacia el valle de altura del Catedral, y así era, el sendero se convirtió en una huella más amplia que bajaba hasta un valle plano, una veranada con grandes coihuales y quilas chicas, la verdad una maravilla. Viejos cercos de palo y una huella barrosa iban transitando hacia el interior, poco a poco iban apareciendo marcas de la operación Raleigh. Puentes de madera, triángulos de plástico clavados en los árboles iban marcando la ruta, mientras el peso se iba convirtiendo para mí en un estorbo. Por un momento dejó de lloviznar, pero las quilas me cerraron el camino, busqué la huella pero la suma de cansancio y lluvia agotó mi paciencia , entre más buscaba más me encerraba en las quilas, no podía ser, tanto derroche de energía por las puras no podía ser, volvía, miraba mi mapa y no entendía como de un momento a otro el monte se me cerraba tan abruptamente. Luego una gran lluvia me empapó y la paciencia se me fue al barro, lamentablemente no tuve más paciencia y dije hasta aca no más; cuál había sido mi error, mi error había sido llevar mucho peso, demasiado equipo para algo que tal vez no iba a realizar, tal vez con menos equipo y en mi condición de solitario debía buscar la menor dificultad para enfrentarme a un objetivo tan aislado y desconocido. Después de esto siempre he creído que es mejor ir a un lugar salvaje sólo a reconocer la ruta siguiendo un trekking liviano para reconocer bien el camino y después saber que llevar. Di vuelta y en el camino me encontré con una pareja de Australianos que habían intentado llegar a la Laguna Catedral, pero la gran cantidad de árboles caídos les habían cerrado el paso, aunque sí habían superado las quilas de la parte media del valle del Catedral. Juntos coincidimos que para una tarea como la que me había propuesto debería volver más liviano, para así andar más rápido y al fin y al cabo, con menos recursos, pero con más imaginación se podía hacer más. Volvería casi un mes más tarde.
domingo, 21 de octubre de 2012
El Perfume de la Lenga
La esencia del Andinismo no sólo es subir hasta lo más alto de la montaña, la idea misma de salir del pueblo, de tomar un bus, de comprar los viveres, de juntarse con amigos, el mirar los mapas y atreverse está integrado a la esencia del Andinismo. Por decirlo de otra forma es el sueño que crea un deseo y es la voluntad, la pasión la que hecha a andar la necesidad de hacer realidad las cosas. Las montañas rondan en nuestra mente como un fantasma o un sueño a medias que fascina y aterroriza a la vez. Siempre tengo en la mente una foto, una imagen, pero la realidad sólo se vive con la experiencia y es en ella que se va dilucidando el sueño y la realidad se muestra tal como es, es ahí cuando la montaña se va rearmando y el sueño se va acomodando a las cosas como son. Es en ese sentido como el camino al cerro se va completando de sensaciones y nuestra experiencia se va haciendo integral, entonces el paisaje se vuelve nuevo y esa novedad alegra nuestro ser.
La dimensión estética de esta sensación completa nuestra necesidad de dejar lo conocido y nos vuelve niños explorando un mundo nuevo, el sonido del agua, el viento entre las ramas y los olores se hacen reales plenamente, a medida que vamos subiendo a la montaña nos volvemos salvajes y despiertan nuestros sentidos apagados por lo tradicional, por lo normal, por las sensaciones del Pueblo. No necesitamos hablar, nuestros músculos se reactivan y nuestra sangre fluye llena de energía, el aire es más puro y el oxigeno del monte está vivo y nos potencia. Los olores de las quilas, de los mañíos, de las parras y las mentas andinas van inflando nuestros sabores a montaña, mientras el sudor corre por el cuerpo y las manos prensibles doblan las matas se suelta la esencia vegetal del sur.
La libertad para uno mismo, el silencio absoluto y la soledad se tornan reales al llegar a los bosques de altura y nos sentimos salvajes cuando el olor de la Lenga se impregna en mis manos y mi cuerpo, el aroma dulce de la montaña nos vuelve a la vida sensitiva ahogada por los olores del Pueblo, y no nos queremos ir de los bosques y la roca y el hielo pueden esperar porque nos quedaremos bajo el aroma de las Lengas, el camino a la alta montaña es lento, me siento en casa y me siento a gozar de la esencia que está en mis manos.
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