domingo, 9 de octubre de 2011

Aysen de las Alturas

Lo primero que recuerdo cuando subí junto a mis amigos el cordón Divisadero en mi ciudad Coyhaique, fue ver hacia el norte una infinidad de agujas, cumbres y montañas que escapaban a mis posibilidades, pero que al mismo tiempo me llamaban para que mi espíritu estuviera a sus alturas. Siendo un niño todavía no imaginaba como poder llegar a esas cumbres, lo único que me imaginaba era que por el camino que una a Coyhaique con Puerto Aysén debería haber un portal a tanta maravilla. Por ese entonces los mitos de la selva, y los Leones eran los primeros desafios a vencer. Sin mapas, sin información clara, sin equipo y sin técnica no había mucho que hacer, pero estaba la constante ansiedad de aventurarse a las remotas montañas de Aysén. Hitos de mi niñés fueron Marc Roquefere, a quien conocí a temprana edad, estuve en su diaporama sobre su intento de cruce del Campo de Hielo Sur.
     Walterio Millar y Sergio Saldivia fueron hombres que a temprana edad también llenaron mi cabeza de ambición andina. Ambos habían vencido al San Valentín en una penosa expedición el año 81 en que dejaron a Daniel Vidal en la tumba helada del Campo de Hielo Norte. El Pelao Jimenez, viejo instructor y profesor de esos que ya no hay, como un Pepe Cordova, también profesor formador de los andinistas de la Novena Región. Mi camino fue formado por insinuadores y buenas personas, sin embargo faltaba el formador y guía que me y nos acompañe a los cerros. Pero eso no se dió sino hasta más tarde.
    Así fue que esa ambición andina se manifestó en autoformación y mucho compañerismo. Carlos Rojel Jara, Leandro Ramos, Arturo Ordenes, Jaime Parra, Juan Seyler y otros pocos más fueron mis grandes compañeros de la adolescencia en la montaña. Juntos nos atrevimos a subir cerros en invierno con lo mínimo, juntos nos aventuramos por las selvas frias de Aysén y subimos cumbres inescaladas y recorrimos lugares que sólo el mismisimo León conoce. La aventura fue total, referentes sólo la revista andina y las enciclopedias donde figuraban viejas fotos de alpinismo.
    Aun recuerdo nuestra primera ascención al cerro Cuatro Puntas, junto a Carlos Rojel, escaladas con nudo a la cintura, un piolet y viejos crampones, subimos por un estrecho canal donde el único seguro era el piolet y  la fuerza del cuerpo. Igual hicimos una primera ascención en esa hermosa cumbre.
    Pero el gran momento llego el año 1985 cuando llegó a nuestras tierras Peter Hartmann, jefe de la primera expedición universitaria chilena que subia el Aconcagua por la ruta de los Polacos. Peter llegó con toda la amabilidad y el gusto por la compañía y la enseñanza. De él recibimos todo el apoyo para adiestrarnos en la lectura de textos como Nieve, Roca Hielo de Ivon Chiunard, junto a otros motivantes libros como Cerro Torre de Casimiro Ferrari.
    Y la meta se vió concluida con el encuentro con Andrés Sanhueza, quien junto a Pepe Sanhueza su hermano habían subido las dificiles selvas de Puerto Aysén. Este encuentro surgido por la iniciativa de Arturo Ordenes fue el más concluyente, porque Andrés Sanhueza quien formaba parte de la rama de andinismo de la Universidad de Chile tenía en mente grandes y ambiciosas metas andinísticas. Andrés ya se había enfrentado a la naturaleza de Aysén, y tanto él como yo estabamos motivados por las leyendas de Hans Steffen, Augusto Grosse y los Neozelandeses vencedores del San Valentín. Ambos habíamos leído las revistas Trapanada del Mop en las cuales Antonio Horvat proseguía con la visión de Aysén del gran explorador Grosse.
   Fue Andrés Sanhueza quien me motivo a conocer el campo de hielo norte, juntos viajamos al encuentro con la gran montaña. Nuestro primer viaje de 8 días fue el más genial de mis viajes, antes ya habiamos vencido la virgen cumbre del cerro Castillo de Aysén uno de mis sueños de la niñéz. Lo que hicimos en el sur fue simplemente genial, escalamos en roca en hielo, marchamos por horas, cruzamos grandes ríos como el Leones y llegamos a la entrada del Campo de Hielo Norte para ver a lo lejos el San Valentín y el Hyades meta incumplida de Andrés.
   La motivación fue total y el espíritu andino penetro en nuestra mente y para toda la vida, después de esto cada día de vida sería una deuda con nuestra ausencia en las montañas.
                                                         Cerro Castillo de Aysén, ladera sureste.
                                                                     Primeros neveros
                                                            Peter Hartmann en la cumbre
                                                         Granito muy compacto del Castillo de Aysén
                                                 Hernán Calvis en la cumbre
                                                        Cumbre Castillo de Aysén
                                                   Peter saliendo de las rimayas

1 comentario:

  1. Hola Hernán, me gustó la idea del blog y el nombre está bueno. Tal vez se puede reavivar e incluir más historias de montañismo patagón.

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